viernes, 19 de junio de 2009

Si no Léo, me aburro.

Recientemente tuve un extraño sueño. En el que alguien estaba muy interesado en mostrarme las estrellas, y casualmente me mostraba la constelación de Léo, mientras me la mostraba iba relatando una leyenda (la cual no recuerdo) de cómo fue que llegó un León a la Vía Láctea, tal vez fue por una especie de guerra, sólo recuerdo que al relatar iba viendo las imágenes claramente ahí estaba el esplendido León hablando y elevándose al cielo estelar, daba un poco de miedo pero a la vez me sorprendía lo bello y fuerte que era ese felino.



Después del relato alguien me acompañaba en la observación de la bóveda celeste, sabía quien era ese alguien pero nunca vi su rostro, me desperté y recordé esa canción que he adoptado últimamente: "Sex on fire" de... Kings of Leon. Pensé, ¿Qué tiene que ver Léo con aquella persona cuyo rostro jamás vi?, pues en efecto hay muchas cosas en común entre esos dos símbolos del destino.

Cuando eramos pequeños, mi hermano y yo teníamos una manía loca con los muñecos de la casa, entre la colección poseíamos un enorme león de peluche (era enorme por que yo era chiquita) el cual era papá de otro peluche legendario, un koala, sólo a nosotros se nos podía ocurrir semejante barbaridad genética. Desde ahí tengo una singular fascinación por los leones de peluche, me encantan, y de algún modo han marcado extrañas coincidencias en mi vida.

El león, da miedo, inspira respeto, es animal favorito de películas de Disney y anexos. Otra regresión al pasado: nuevamente yo en plan infantil, con mi familia en una hermosa ciudad colonial, tal vez simplemente el centro histórico de la ciudad de México, o Querétaro (lo dudo un poco por que creo que nunca la he visitado) en fin, sólo recuerdo que estamos en una ciudad con edificios bonitos neoclásicos, barrocos, etc. Estamos sentados frente a una fuente muy bella, en ella hay una estatua con un par de leones, y yo en mis reflexiones de la niñez pensando en aquellos animalitos y preguntándome por qué el escudo de aquella cuidad tiene leones parados en sus patas traseras, temía encontrar uno real y huir. De ahí me nació esa pasión por los paseos nocturnos en la ciudad, cualquiera que esta sea.

Por eso digo que me encantan los leones, para mi son enigmáticos e inspiradores, cómo estas historias podría relatar millones, pero por el momento las quiero tener sólo para mi, las quiero disfrutar egoistamente.

Mi sueño ahora es de aquellos que llegas a memorizar, recuerdo la voz del león, la presencia de aquella personita que es el objeto de mi afecto, las estrellas brillantes y las extrañas coincidencias de la vida.



En efecto es este escudo el que recuerdo de mi niñez, y si es el escudo de la Ciudad de México, con sus leones y su castillo ¿otra coincidencia?...

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