domingo, 2 de agosto de 2009

La flor más bella del ejido

Las plantas son seres incomprendidos en este mundo de mamíferos escandalosos. Sus suaves hojas, pétalos, ramitas, nos parecen silenciosos, aburridos, incapaces de sentir, comunicar o pensar. Pero en realidad son tan sutiles, elegantes, educadas y civilizadas que no nos damos cuenta hasta que de repente tenemos ante nuestros ojos un despliegue de finura y color en forma de flor.

Cuando me preguntan: ¿cual es tu flor favorita?, empieza en mí un conflicto de preferencias, me encantan las flores de todos tamaños, formas, colores, aromas y usos. En mi top ten se encuentran los girasoles, lavandas, tulipanes, dientes de león, margaritas, gerberas, etc. Pero hay dos a las que amo con loca pasión: las flores de cerezo* y las flores de azafrán.

Las primeras (cerezos) serán tratadas con devoción a lo largo de este post así que pasare a hablar de las segundas: las flores de azafrán.

Como ya he dicho antes, tengo cierta afición a escoger cosas favoritas con tan sólo escuchar el nombre que las nombra ;). La palabra azafrán me enamora, es tan bonito que sólo utilice una vocal para crear tanta magia en su pronunciación, me remite al nombre de un gnomo de un viejo libro de cuentos, desde ahí quedó tatuada en mi corazón.

De la flor sólo se usan los estigmas a manera de especia, cariiiiiiiiiiiisima por cierto pero de un color, aroma y un sabor incomparables. Tan delicada, tan bella, tan morada, detalle que descubrí hace poco tiempo y que me sorprendió. Contémplenla y díganme si no es espectacularmente bella.



Ahora bien, la flor más bella de mi ejido no es ni la más cara, ni la más exótica, ni la más rara, efímera, sutil, suave, deliciosa. No, no es nada de eso, mi flor favorita por encima de las demás es, en efecto, la flor que crece en aquellos bellos árboles a principios de abril: La flor de cerezo.


*Prunus avium, el cerezo común o de monte

A veces la belleza no está en lo más complejo o lo más misterioso, sino que en algunos casos la belleza se encuentra en los objetos más sencillos y tranquilos, es más son tan "sin chiste" que no podemos creer que contengan tanta hermosura dentro de ellos.



Así son las flores de cerezo, son tranquilas con su dulce color rosado casi blanco, son sencillas con sus cinco petalitos, son exactas en su florecimiento, son numerosas, tanto que al caer del árbol la gente tiene que barrerlas como hojas de otoño, son tan armoniosas que se mueven lento con la suave brisa, son deliciosas al convertirse en cerezas salvajes. Simplemente son ellas mismas y no necesitan nada más que su propia simplicidad para conquistar.

Hay flores que necesitan llamar la atención para asegurar su reproducción, otras que devoran inocentes insectitos por lo tanto son tramposas y silenciosas, unas más necesitan de todo un ambiente especializado para poder crecer y vivir apenas unos cuantos días. Mi florecita es fuerte y graciosa, simpática sin tanta decoración ni cuidado especial, crece, decora, cae y vuelve a nacer al siguiente año, siempre lista, siempre cumplidora. No es tan compleja ni tan envidiada, y es ahí donde recae toda su personalidad y preciosura.

Bueno si son envidiadas por mi, por que quisiera tener todo un jardín lleno de árboles de cerezo.



Puede que las haya conocido por el famoso anime-manga de Clamp "Sakura Card Captor", pero mis razones son más sólidas que las de cualquier otaku ignorante.

Por eso inmortalizaré en mi una pequeña Sakura, para recordar que la armonía está en aquello que nos entrega su sencillez sin pretensiones, siendo sola y exclusivamente ella misma.

El azafrán me seduce, me encandila, pero la flor de cerezo me enamora me apasiona y me hace feliz.