Hoy vives un día como cualquier otro, lo encuentras un poco pesado, ya que la enfermedad de siempre y otras que se le han ido agragando te incomodan casi como los otros días.
Haces tus tareas de costumbre, comes las mismas cosas insipidas de la vida común, te alistas para salir a darle un vistazo al Sol, por que en tu destino también estarás encerrada.
Todos hablan en lengua extranjera, los demás, los mismos de siempre, te cuestionan sobre tus sentimientos de angustia, tu niegas con la cabeza aunque por dentro mueras de la ansiedad de volver a ver eso que tanto te gusta, de volver a sentir eso que tanto conoces, de volver a escuchar ese sonido que te pone la piel de gallina, de volver a verle...
El tiempo pasa tan rápido, y aún así quieres que sea aún más veloz, esas malditas necesidades te retardan, así que llegas cinco minutos tarde, no puede ser, empezó sin ti.
Entras, ¿tiemblas? o ¿es tu imaginación?, te sientas y esperas pacientemente, has esperado para eso, así que no tiene comparación.
Tratas de hacer algo con tus torpes manos, escribes sin parar y miras sin parar, y sucede algo raro pero real, te percatas de que tus pensamientos no vuelan como es costumbre, te percatas de que la razón es eso que tienes delante tuyo, eso en lo que tanto piensas y divagas como loca, te habla y te mira, y tu sólo lo puedes mirar sin pensar en nada, en esa pequeña burbuja que de algún modo se creó, autónoma del mundo exterior, del odio, del rencor y de la tristeza, te envuelve suave en su transparente caparazón.
Recuerdas lo que era ser feliz, recuerdas que cierto día, lo fuiste, y solo sonries para tus adentros, por que sabes que se repetirá en un ciclo constante, un ciclo bello que crees, no tendrá fin.
No te importa si la realaidad sea otra, lo que te importa es vivir un poco más y disfrutar, también, un poco más...
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