Eres como esas galletas rellenas de dulce de leche:
Me encantan. Puedo comer cientos de ellas. Provocan en mí pensamientos pecaminosos. Son inmensamente prohibidas. Vienen a mi cuando por fin he renunciado a ellas. Una vez que las he probado no dejo de pensar en su rico sabor y en lo feliz que me hacen por unos escasos segundos. Ya que terminé de devorarlas no me quedan más que unas inmensas ganas de comer más. Producen un efímero efecto narcótico. Son ingratas, aunque dulces los efectos en mi cuerpo son adversos. Y al final no me traerá nada bueno comer demasiadas.
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